Salida 343 Distancia: 13,96 km / Duración: 1,20 h / Desnivel Acumulado: 518 m
Esta mañana la sierra ha amanecido cubierta de nieve. La ola de frío siberiano que esta semana recorre Europa y que ha llegado hasta nuestra latitud ha provocado que en lugares costeros del Mediterráneo la cota de nieve haya bajado hasta los 200 metros. Ayer cayeron copos en el jardín que no llegaban a cuajar y se deshacían al tocar el suelo. Pero durante la noche ha nevado con la intensidad suficiente y, con las bajas temperaturas, una capa resplandeciente de nieve ha cubierto toda la sierra desde los 500 metros de altitud aproximadamente.
Con emoción infantil he subido a la Fuente de la Higuera por la Pista de los Presidiarios saliendo desde el aparcamiento de la Venta Vázquez, desde donde ya se veían blancas las cumbres de la sierra. Pasada la Cañada del arroyo de Solana ya podían verse pequeñas acumulaciones de nieve en los bordes de la pista. Pero al doblar el pecho que separa esta cañada de la del arroyo Hondo ya la nieve era más abundante y cubría más cantidad de suelo y vegetación.
En la imagen anterior, realizada entre los 475 y los 500 metros de altitud, se ve, en primer plano, el tramo de pista que llega hasta Viña Bermúdez y hacia abajo la cañada de arroyo Hondo. En segundo plano, la falda opuesta del Tajo de las Montesas cortada por la pista. La imagen siguiente muestra el tramo recorrido desde la fotografía anterior que muestra en primer plano, a la derecha, la falda este del pecho del Tajo de las Montesas y a la izquierda la cañada; y en segundo plano la cuerda o perfil del pecho de Viña Bermúdez.
La nieve cambia por completo el aspecto de la sierra haciendo que parezcan otros los lugares familiares. Identificas los perfiles de los montes y el trazado de las pistas, reconoces los árboles y arbustos que marcan en el camino una tramo alcanzado, distingues las rocas y salientes que, a modo de hitos, señalan un punto singular del trayecto. Pero tras la nevada, lo que siempre ha sido pardo y oscuro, ahora es luminoso, en una transformación antitética plena de contraste.
Según iba ascendiendo, la cantidad de nieve caída era mayor y las vistas de los montes, tan familiares para mi, más irreales. En la imagen anterior, realizada ya superados los 550 metros de cota, aparece en el centro el punto más alto del Tajo de las Grajas, el otro pecho por donde puede ascenderse a la encrucijada de la Fuente de la Higuera; a la derecha, al fondo, Sierra Prieta también con sus cimas blanqueadas por la nieve. En la siguiente imagen, hecha unos metros más adelante, se distinguen, en el centro de la imagen, los bancales del Arboretum del Cortijo de Jarapalos y por encima los perfiles de la Gorreta Valcázar.
Al goce de contemplar la belleza renovada del paisaje se añade la excitación que en uno produce la vivencia de un fenómeno como este, inusual en nuestra latitud y situación geográfica. Una emoción, alegre y jubilosa, ha acompañado hoy al esfuerzo del pedaleo.
Al llegar a la fuente solo la angulosa figura de la balsa permitía reconocer el lugar donde tantas veces se hace parada en la subida y se coincide con otros ciclistas o senderistas. Aquí los bordes de las pistas han quedado completamente sepultados bajo la nieve y solo la planicidad de esta induce el camino. En la siguiente imagen puede apreciarse, tomando a la bici apoyada como testigo, la cantidad de nieve acumulada en esta cota.
Tras un breve descanso en la fuente, decido bajar por la pista del Tajo de las Grajas. Se apreciaba que este camino, que lleva a la entrada del Arboretum, había sido menos frecuentado y la nieve en él no estaba tan pisada ni presentaba huellas de ruedas.
En el desvío para llegar al Arboretum y al refugio de Jarapalos hay un castaño que luce bonito en todas las épocas de año y con aspectos variados. Esta vez el resplandeciente entorno y la nieve que sostiene en sus ramas le aportan un excepcional complemento romántico. Esta pista, menos frecuentada que la pista de Los Presidiarios, es de especial belleza y hay en ella lugares singulares como este en el que se disfruta plenamente de la sierra.
A partir de la zona del cortijo de Jarapalos el camino apenas presentaba huellas y solo eran de un par de senderistas, por lo que parecía que era yo el primer ciclista que la transitaba. Esta circunstancia y el que bajara lentamente, con especial cuidado, pues esta parte de la pista es muy bacheada y hay en ella muchas y grandes piedras, ahora ocultas por la nieve, propició que pudiera oír el crujir de la nieve virgen al paso de las ruedas. Un sonido que me resultó agradable, extrañamente acogedor y sorprendentemente grave si se piensa que son diminutos cristales lo que se está chafando.
Unos metros más adelante se pasa entre La Gorreta y el monte del Tajo de las Grajas a la cañada del arroyo del mismo nombre. Aquí la nieve seguía siendo abundante y el paisaje no dejaba de mostrase sorprendente. En la siguiente imagen se ve, al fondo, el Tajo del Águila con sus paredes de caliza amarronadas y rojizas que superan los 800 metros de altitud. Entre ellas y la pista desde donde observamos, se extiende un frondoso y denso pinar, que hoy se pintaba con manchas blancas formadas por pequeñas acumulaciones de nieve en las finas agujas de las ramas.
El descenso fue dejando atrás la nieve y la excitación. Concentrado en la conducción para evitar accidentes, iba ya componiendo recuerdos de la experiencia vivida. Al llegar al final de la pista, en los Llanos de la Plata, me detuve para retener una última imagen de la sierra blanquecina y luminosa. Inspirando el aire frío, repasando lentamente con la vista las montañas, me preguntaba por el prodigioso proceso que hacía que un fenómeno natural, quizás originado por otra causa y esta, quizás, a su vez por otra, quizás a cientos de kilómetros, provocara finalmente una emoción y un recuerdo en un individuo anónimo como yo. Entonces, el vacío cambió de postura en mi estómago devolviéndome a cuestiones más prosaicas. La bici y yo regresamos a casa.
Fuentes consultadas:
⚫ Centro Nacional de Información Geográfica
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